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las esquinas

Mari Cruz. A mi padre, un recuerdo inolvidable.

El Juan el Palos, como todo el mundo lo conocía y lo llamaban, mote que llevaba con gran orgullo y que heredó de su padre.

Hombre esbelto, alegre, buen padre y buen abuelo. Sus nietos eran lo más importante para él. Siempre hacían con él lo que querían y el abuelo siempre contento. Le gustaba ir a la huerta con su “Cristobicas” y que lo llevara de compras a los supermercados.

Le gustaba beber una cerveza después de comer y andar, andaba mucho, siempre con su hermano Jesús. Eran dos hermanos inseparables, a todos sitios con su nene como él le decía.

Con los amigos en los bancos de la calle, hablando de sus cosas. Si no salía a los de la casa, todos preguntaban que pasaba, lo llamaban desde la ventana: “¡palos es que no sales hoy!” y siempre contestaba “¡voy ahora mismo!”; salía y estaba toda la mañana en la calle.

Después de comer gustaba ver las noticias en la tele y no había quién le quitara la tele ese momento. Solamente a una persona le consentía que le cambiara el canal en esa hora: mi hijo Franci, como lo llamaba. Parecía que era su predilecto y mi madre le decía: “Juan,  todos lo nietos tienen que ser iguales”, pero por aquel entonces era el único nieto varón y le permitía todos los caprichos. Mi hijo, por su parte, siempre estuvo con su abuelo, hasta el último momento.

Yo escribo estas líneas y, cuando las leo, me paraliza el recuerdo de este hombre. Podría estar escribiendo de él horas y no terminar nunca. Era mi padre y yo su hija Mari Cruz “la del palos” y me siento muy orgullosa de que me llamen así y llevaré el mote con orgullo, como mi padre lo llevo,  mientras vivió.

El palos dejo esta vida el 6 de diciembre de 2008, como el quería, acompañado de su familia. Se fue tranquilo con mi madre, con su Marianica, como la llamaba.

Mis padres fueron los mejores del mundo, a los que siempre he querido con locura y que, quizás, se lo tendría que haber dicho mientras vivían. No los olvidaré jamás. Todos los días los hecho de menos y, aunque viviera mil años nunca los olvidaría.

Juan el palos y la Mariana de la esquina, ellos se fueron pero la vida pasa para todos. La muerte nos ha separado pero los recuerdos quedan para siempre y nadie logrará separarme de los que guardo de ellos.

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