Blogia
las esquinas

Ve con ellos...

La tierra huele a limpio, el sol calienta mi cara y una suave brisa me abriga placidamente.
Veo a los lejos un atardecer con un sol solitario que ahoga sus penas en las sombras de la noche. Percibo el murmullo de las hojas del otoño caer al suelo estrellado del ocaso. El olor a tierra húmeda se hace más intenso y el placer envuelve mi alma. Estoy en mi casa, con los míos. Devuelvo la mirada a mi padre, a mi madre...Recorro sus caras con las manos y noto amor, ternura y un sosiego difícil de explicar. Mi madre se acerca, pone sus manos en mi cara y me lanza un beso que me hace estremecer. Ha sido tan tierno que las lágrimas brotan por mis mejillas y humedecen sus manos hechas pedazos de tanto querer a los suyos.Yo lloro, y lloro como nunca.
Después, salgo de mi casa y vuelvo a la calle donde me crié. Todos mis amigos me reconocen y me invitan a jugar con sus juegos infantiles. Cuando se hace demasiado tarde me voy a mi casa y mi madre me acuesta. A ella, a mi padre y a mis hermanos les digo un "hasta mañana" deseoso del despertar.

Abro los ojos a la mañana siguiente y oigo un ruido fuera de la habitación. Mi madre debe de estar haciendo algo (¡esta mujer no para nunca!). Me levanto de la cama, un tierno rayo de luz ilumina el cuarto; me miro al espejo...Soy yo ahora, todo ha sido un sueño de lo que fue. Tengo casi cuarenta años, mujer e hija a las que quiero con un ardor mortal pero siento la amargura extrema de aquellos años de infancia que jamás volverán. Espero que en mi lecho de muerte todos podamos reunirnos, los de antes y los de ahora, y gocemos por siempre de una eternidad infinita de amor.

A Mariana y a Juan por su amor infinito.

0 comentarios